Se define Escucha Activa como la habilidad para escuchar de una manera “sensible”, con total conciencia del mensaje, haciendo un esfuerzo por captar su percepción lo más fidedignamente posible. Escuchar activamente es más que prestar atención.
En realidad, saber escuchar implica una ACTITUD personal que se caracteriza por la disposición de atender y tratar de captar al máximo el significado de lo que el otro nos está diciendo. Significa tratar de comprender al otro. Es estar muy atento a las necesidades y emociones que la otra parte intenta transmitirnos. Es mostrar atención plena manifestando interés, procurando reconocer todos los detalles que nuestro interlocutor expresa, no sólo a través de sus palabras, sino de sus gestos, mirada, tono de voz y desde su cosmovisión o mundo interior.
Escuchar implica desarrollar nuestra empatía, siendo ésta la que nos permite comprender al otro desde su propia perspectiva o realidad. Ser empático es ponernos en el lugar del otro y “experimentar” su realidad. Esto dará lugar a una verdadera efectividad de la escucha, reforzada en la empatía y la confianza, de tal manera que pueda haber un vínculo más profundo.
En diversos estudios sobre Inteligencia Emocional se identifica el “saber escuchar” con el manejo de las relaciones positivas. Si no sabemos escuchar, podemos aprender a hacerlo, a través de la práctica constante… Al ser seres sociales, todo el tiempo estamos intercambiando mensajes con las personas que nos rodean, por lo que cada encuentro interpersonal se convierte en una oportunidad para poner en práctica nuestra habilidad de escuchar… El entrenamiento permanente es la mejor herramienta para verificar los resultados, sin duda satisfactorios, de escuchar activa y sensiblemente en beneficio personal y a nivel de nuestras diferentes relaciones.
Ponerla en práctica no es tan sencillo como parece, ya que requiere, además de mucha habilidad, una gran dosis de paciencia y respeto, y sobre todo, practicarla todo el tiempo para lograr un verdadero cambio de actitud. El mayor obstáculo para lograrlo es que, por lo general, confundimos equivocadamente escuchar con oír.
Oír se limita a la función básica de percibir los sonidos del entorno. Escuchar requiere de una atención especial tanto con las personas que nos rodean como con nosotros mismos.
Significa “saber estar” en el momento presente, enfocando nuestra atención hacia fuera con la otra persona, pero también hacia dentro, sintiendo y siendo conscientes del impacto emocional que se genera de doble vía.
Por otra parte, el rol de una escucha activa en una comunicación bidireccional demanda también una respuesta verbal o no verbal, que le haga saber al otro que le estamos escuchando. Significa:
- Hacer preguntas relevantes en función de lo que dijo
- Hacer un gesto o un sonido que demuestre nuestro interés.
- No interrumpir para dar nuestra opinión.
- Permanecer en silencio con nuestros cinco sentidos activos, enfocados y receptivos.
Sin embargo, escuchar activa y empáticamente no significa dar la razón al otro. La idea es poder argumentar nuestra perspectiva, luego de haber comprendido el punto de vista de nuestro interlocutor y sin descalificarlo, desmerecerlo o juzgarlo, compartir nuestro criterio, si la situación lo amerita; no para cambiar su forma de ver las cosas, sino con el fin de expresar una respuesta auténtica que no necesariamente coincide con la suya.
Cuando damos esta importancia a la escucha, tomamos conciencia de que supone mucho más que una capacidad, ya que acaba siendo una ACTITUD ante las personas que nos rodean, que nos invita a dejar de ser espectadores para convertirnos en protagonistas.